- Tapa: Carlos Autieri -
Decir que Sergio Mattano no es un poeta convencional, que no se
conforma a las embaldosadas concepciones de lo que es o no es poesía, no
constituye una novedad. Tampoco el hecho de que este intento de prólogo
sea, como en la mayoría de los poemarios, un mero adorno que muchos de
los lejanos cazadores de poemas esquivan para ir directo a sus presas.
Pero dadas las circunstancias presentes, intentaré aproximarles un
esbozo de opinión al respecto.
Atinadamente, el
poeta, nos permite conocer al inicio del libro la definición del término
Canope, a saber: "Copa sagrada donde se depositan las vísceras de los
muertos". Concordaremos, de seguro, en que no sería pertinente inquirir
del autor el porqué de la elección de un título relacionado con el
Egipto faraónico y la momificación, cuando el mismo Mattano se cuida de
cualquier explicación racional a lo Descartes, mediante un aviso poético
que es casi "una trompada en el estómago" de la lógica.
Y...adicionalmente, ¿le preguntaría usted a un "esbirro de la escritura
automática", a un "enamorado de Tzara, Artaud y Breton", qué quiso
decir exactamente? Eso me recuerda a la contestación de un grande del
cine francés, Jean-Luc Godard, cuando ante semejante dislate de la
prensa contestaba: "quise decir, pero no exactamente".
Ahora bien,afirman los arqueólogos e historiadores, que los vasos
canopes eran cuatro: uno para el estómago, uno para el hígado, y los dos
restantes para los intestinos y los pulmones. He llegado a la
conclusión de que todos los poemas de este particularísimo libro, van a
parar -de acuerdo con la víscera con que se trabajó cada texto- a una de
esas cuatro ánforas.
Así, por ejemplo, "Recetario
del poema" nos remite claramente al estómago, cuando expresa "firmo el
acta con garabatos/ sello al pie con un buñuelo aceitoso/ y me sigo a la
calle, nos mezclo entre las gentes".
Hay poemas
hepáticos, biliares diría, a la manera de "Congreso de poetas", donde la
ira hipocrática aflora apenas morigerada para denunciar a quienes
compiten, presas de una histeria púber, para "ver quién la tiene más
grande".
Cuando el lector se acerque a "Manifiesto", seguramente entenderá porqué es un canope ideal para los intestinos.
Por último,"Asma". ¡Ah, qué tema este! Dicen los yoguis de la India,
que esta enfermedades característica de los auténticos poetas y
pintores. Dice Sergio que debido a ella "duele cada centímetro cúbico de
aire/ y por lo general nunca alcanza" ¿No es este un canope pulmonar
por excelencia?
Resumiendo: no los culparé como
lectores si soslayan esta aproximación a la escritura del poeta. Sí lo
haré, si después de aguantarme, no se toman el trabajo de introducirse
en cada vaso, en cada víscera ofrendada por este esmerado sub-creador,
como a él le gustaría que lo llamen, para compartir el milagro de un
nuevo libro; la apetencia de un obstinado hacedor de poemas; por dejar
una marca -una rayita de vida-; tan valiosa como una mastaba, ante los
vislumbres apenas contorneados de la eternidad.
Eduardo Espósito