15/3/07

Negar la luz.

Ninguna pastilla me librará
de esta noche hundida en aguas.
Ningunos ojos, en la luna,
salvándome.

Tiemblo en la bruma;
soy esta sombra de Ser
que se ahorca, sutil, en sí mismo.

Hoy se ha dicho: ya lo saben.
Un jardín sin flores,
una meca vacía,
el sabor mustio por la sal.
Largas filas de dolor
ahogándose en mí pecho.

Negar la luz
para soñar
siendo hombre.

11/3/07

Debo herir el árbol…

Debo herir el árbol.
Escribir tres veces tu nombre
con savia, con tiza, con aire;
y el te amo.

Amo tus besos con aroma a pan,
el sexo con sabor a vino:
la comunión que une mi carne al cielo,
la comunión que vuelve mis pies a la tierra,
los transfigura en raíz que bebe la sangre
que fluye desde abajo,
mientras mis brazos aceptan los labios del viento
y en el pecho de madera,
que he de herirlo tres veces
con savia, con tiza, con aire,
tu nombre.

5/3/07

Traición.

La traición en todo habita:
que lo grite mi sed de esperanza!

Toda la magia que amo
se revela en perfidia,
en heladas dagas que de mí se burlan
mientras desgarran los tejidos que sueñan.

Creo y soy vulnerable
como esta noche, como esta sábana,
como cualquier otro pedazo de carne.

Ah, traición, que bien te vales
de los últimos restos de mi ternura.

Lágrimas.

En tus lágrimas de niña
mi ternura se estaciona,
en las manos, como el viento
arriando cabellos amantes,
renace el verdugo
de mis ojos.

Mis ojos ven, por eso tiemblan,
por eso se oscurecen como luna nueva;
mis ojos han juzgado a todos los nigromantes.
Solo estoy, con mis ojos asesinos de fe.

Pero el aire es rancio sin ilusiones
y mis pulmones ajados chillan
llenos de arena.

Mi pecho precisa
las brisas falsas de enero,
las mieles rancias de la utopía,
decirse que ha bebido los márgenes de la mar
y no los desiertos salinos.

Una lágrima tuya, niña,
se ha sembrado en mi ombligo
abriendo la herida siete veces curada.

Pesadilla

Dagas, de noche, entre vómitos.
Carmesí ráfaga de ira
nacarando los cabellos,
arrancando con las uñas
la carne negruzca que huele
a zanja.
Las entrañas apuñaladas:
¡beban la hiel! Un río de pus y sangre:
naden en mí,
ahóguense en mi sufrir...
dejen los restos a los lobos
que morirán indigestos.

La cuna se ha roto,
la bestia escapó.
Nada de flores,
todo se pudre.

Madres: escondan a sus hijos
dentro del útero
donde eran felices.
Madres: coman a sus hijos,
muelan los huesos
y siembren la impotencia en el abono:
de allí nace la coraza que mece al niño.

Niño: acaricia el útero de mami,
el tierno cielo negado,
el primigenio y único amor
que morirá con el sol.

Suave ángel, tu sueño te tortura,
te sesga el aliento,
y poco, a poco, a poco.

Soy sus lágrimas.

Poemas oscuros
como dulces sus ojos,
canciones roídas
desgajando el alma.
Un solo harapo, viento que es sombra.
Un sabor amargo de vino hecho dios.

Cuatrocientas lunas
torturando esta memoria
ocre como la lluvia que desnuda sus pechos
de niña.
Se ata a mi boca con correas,
con sogas, con trapos,
con nervios sangrantes.
Me entierro en ella:
me hago eterno.

Soy su sangre, soy sus lágrimas
que escapan por sus dulces ojos
y se pegotean en mis manos
de poeta.

Haiku (espejos)

Luna mira al sol;
mis ojos miran lunas.
Espejos somos.